A lo largo de los últimos años, distintas universidades han puesto en marcha Masters y Cursos de Postgrado relacionados de una u otra forma con la Cooperación al Desarrollo. Se trata de iniciativas de origen diverso, y en las que se observan distintos grados de participación y/o colaboración con de ONGDs y otras instituciones vinculadas a la cooperación. En la actualidad no existe un modelo, o una pauta general que sirva de referencia al amplio abanico de cursos existente. Por el contrario, del análisis de unos y otros cabe deducir que el diseño de los mismos responde casi siempre al intento de conjugar, por un lado, las demandas y necesidades de formación detectadas o expresadas por los agentes sociales y, por el otro, los recursos académicos, técnicos, y financieros disponibles.
Sin embargo, las experiencias puestas en marcha en este terreno en diferentes universidades españolas permiten sintetizar algunas preocupaciones que podrían alumbrar el debate sobre algunos requisitos que deberían tener los masters y cursos de postgrado relacionados con la Cooperación al Desarrollo. Se trata de asuntos que pueden ser de interés para todo tipo de cursos, con independencia de que algunos de ellos se especialicen o profundicen más en algunos temas (salud, género, microcréditos, desarrollo rural, tecnologías sostenibles…), o se orienten principalmente hacia unos u otros ámbitos geográficos. De la experiencia que he podido vivir durante estos últimos años, y sin más ánimo que el de promover la reflexión, destacaría algunos temas como los siguientes:
1.- En el diseño de estos cursos debería ponerse en primer término el objetivo de la Cooperación, esto es el Desarrollo. Esto, que puede parecer una obviedad, no lo es tanto, y obliga a un esfuerzo de reflexión sobre lo que entendemos por Desarrollo, y sobre los problemas, dificultades y condicionantes que se derivan de ello. Este debate necesita, desde mi punto de vista, de dos aproximaciones complementarias al mismo. La primera tiene que ver con la perspectiva multidisciplinar que se deriva de la propia multidimensionalidad del desarrollo, y que afecta al tratamiento y al estudio de esas distintas dimensiones. La segunda está en relación con la evolución -y ampliación- del concepto a lo largo del tiempo, lo que a su vez requiere la adopción de una perspectiva histórica. Ambos asuntos resultan de la mayor importancia para poder entender la complejidad de los procesos de desarrollo, el cúmulo de factores que influyen en los mismos, y la manera en que éstos han ido evolucionando.
2.- Es necesario estudiar y comprender el escenario global –económico, social, cultural, político, medioambiental …- en el que se plantean los procesos de desarrollo locales y nacionales. Quienes quieran dedicarse al mundo de la cooperación al desarrollo (sea en organismos multilaterales, en ONGDs, en el ámbito académico, en la cooperación descentralizada, o en cualquier otro) deben estudiar y comprender las características del mundo actual y la interdependencia de los fenómenos que acontecen en unos y otros lugares. No es posible incidir de forma positiva en unos u otros procesos de carácter local sin tener en cuenta la manera en que los mismos se conectan y son condicionados por problemas de alcance general. En ese sentido, es necesario aplicar al mundo de la cooperación al desarrollo la vieja máxima del movimiento ecologista: “Pensar globalmente, para poder actuar localmente”. Pero no es posible pensar globalmente sin estudiar y tratar de comprender mejor la compleja y variada problemática que afecta al mundo actual.
3.- De acuerdo a lo anterior, deben diferenciarse –y en consecuencia estudiarse- dos planos distintos de la cooperación. Por un lado aquel que implica la colaboración entre unos y otros países, entre unas y otras sociedades, entre unas y otras organizaciones y colectivos sociales, para poder avanzar hacia un mundo más justo, más equitativo, y más sostenible: una cooperación que supone cambios del patrón de desarrollo en unos y otros lugares, y que deberá concretarse en reglas de juego globales (sobre comercio, derechos humanos, uso de recursos naturales, inversiones, patentes, impuestos internacionales.…) de obligado cumplimiento para todos. La comprensión de esta dimensión de la cooperación es trascendental para el trabajo en muchos ámbitos (jurídico, académico, político…). Y, por otra parte, está el otro plano de la cooperación: aquel que se relaciona directamente con la colaboración, con la asistencia técnica o financiera, para la puesta en marcha de programas o proyectos específicos, o de ayuda de humanitaria o de emergencia en algunos contextos. El estudio de este segundo tipo de cooperación –tradicionalmente vinculado a la noción de ayuda y a la relación donantes-receptores-, así como de la problemática específica que rodea a la misma, debería plantearse de forma paralela y complementaria a la otra dimensión de la cooperación.
4.- Señalaría finalmente que el necesario estudio y aprendizaje de determinados instrumentos técnicos, de uso generalizado en el mundo de la cooperación -formulación, seguimiento y evaluación de proyectos, gestión de organizaciones, técnicas de participación, marketing social...-, no puede hacer olvidar que en el ámbito de la solidaridad lo principal es la capacidad de entender los problemas de aquellas personas con las que se quiere cooperar, de compartir y poderse en el lugar de los demás, en definitiva, el compromiso ético. Ciertamente, dicho compromiso no garantiza en modo alguno una acción eficaz a favor del desarrollo humano y la sostenibilidad. De ahí la importancia del estudio y la formación en cooperación para el desarrollo. Ahora bien, sin esa actitud, sin ese compromiso, sin una clara voluntad de intentar comprender desde la humildad la complejidad de los problemas en presencia, de nada valen los diferentes instrumentos técnicos que hayan podido ser estudiados. Y ello debería tenerse en cuenta en la programación de estos cursos a la hora de proponer el análisis de experiencias concretas, de trabajar con las contrapartes, o de estudiar logros y fracasos de muchos proyectos; de evitar, en suma, una formación meramente tecnocrática o excesivamente profesionalizada de la cooperación.
Koldo Unceta es Catedrático de Economía del Desarrollo, y miembro del Consejo asesor del OCUD. Fue promotor y director del Master en Desarrollo y Cooperación, impartido desde 1996 por el Instituto Hegoa en la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea. Ha impartido clases en más de diez universidades españolas, en masters y cursos de postgrado sobre Cooperación al Desarrollo.
EL PAPEL DE LAS UNIVERSIDADES EN LA PROFESIONALIZACIÓN DEL COOPERANTE
RELACIÓN DE TITULACIONES ESPECÍFICAS EN COOPERACIÓN Y/O DESARROLLO
Fecha de publicación
1 de enero de 1970